Cuando me muera, quiero que me cremen, que tiren mis cenizas al aire, y ser parte del cielo para bailar con el viento.
No quiero que me dejen olvidada en un cementerio, mientras soy comida de gusanos y muchos menos que se sientan atados a ese cuerpo; quiero que mi presencia se quede siempre con las personas que amo, sin importar el lugar, el tiempo o la distancia.
Se que suena un poco raro que a los 19 años esté hablando de esto, pero es la verdad; la muerte no tiene edad, no pide permiso y llega cuando menos lo esperas.
Cuando me muera, no tendré miedo y estaré en paz conmigo, mi familia y Dios.
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