sábado, 25 de agosto de 2012

Mi amado

 Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31:3


Aconteció alguna vez, que una mujer no muy lejos de este lugar se hacía llamar la "doctora corazón", a su consultorio llegaban miles de personas, en su mayoría mujeres a buscar consejos sobre como conquistar al amor de sus vidas y que este las quisiera tal y como eran.

Esta "Doctora corazón" también solía hacer conferencias sobre como ser mas atractiva, identificar al hombre perfecto y utilizar todos tus encantos físicos para vivir la historia de amor que siempre se ha soñado.

Un día, en una de sus muchas conferencias, le pidió a los asistentes que tomaran un papel y escribieran en el lo que se suponía que querían encontrar en su mitad faltante. 

Después de un rato cada uno comenzó a leer en voz alta lo escrito, a lo que la "doctora" respondía con un consejo:

- Quiero alguien que me haga reír.
- Alguien que me trate bien.
- Que sea fiel.
- una persona que por se mi refugio.
- Una relación que me haga soñar.
- Alguien que nunca me abandone.

Así fueron muchos los escritos, hasta que una niña delgada y muy tímida, se llenó de valor, alzó la mano y participó, dejando a la habitación en silencio y a la "doctora" sin palabras:

"Nunca podrás amar a alguien más si no te amas a tí mismo primero, podrás buscar, pero nunca encontrarás porque tu misma personalidad te lo impedirá. No importa si eres hombre o mujer, el verdadero amor, no es terrenal y mucho menos carnal, el verdadero amor es Cristo, ese que murió por nosotros, ese que aún hoy extiende sus misericordias sobre nosotros: el es fiel, no cambia, es nuestro refugio, nuestro mejor amigo, nunca nos abandona, nos hace reír y nos quiere tal y cual somos. Las mejores sonrisas me las ha regalo Dios y las mejores lágrimas sólo le pertenecen a Él. No se trata de una mitad faltante, se trata de un TODO digno de ser amado y respetado. Jesús es mi amado"

ORACIÓN: Hermoso Señor, hoy queremos levantar nuestras manos para reconocer que TÚ eres nuestro verdadero amor, que todos los días derramas de tu misericordia sobre nuestras vidas y que sin importar lo que el mundo o la carne nos quiera hacer creer, tu eres nuestra perfecta historia de amor. Padre en el nombre de Jesús declaramos tu nombre y confesamos que no necesitamos de estar mendigando amor, pues sólo Tú eres más que suficiente. Amén.

 




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